A riesgo de ser mal interpretado una vez más, siento la necesidad de expresar mi beneplácito por la integración formal de Cambiemos en la provincia del Neuquén, replicando lo que en pocos días más sucederá también en otras provincias como a nivel nacional.
Me permito sin embargo considerar que existe alguna diferencia entre las distintas conformaciones.
En la mayoría de los distritos predomina el protagonismo de los partidos que la integran, con un alto contenido de pluralidad y con el objetivo de encontrar los consensos necesarios para encontrar las soluciones que la ciudadanía reclama.
En el caso de Neuquén se muestra como una convocatoria formal, donde los partidos que lo integran quedan relegados a un segundo plano superados por personalismos, evidenciando un único propósito: las próximas elecciones.
Nadie es dueño de la verdad en política, de allí que advierto la necesidad de crear ámbitos de diálogo e intercambio de visiones en cada partido, para que en Cambiemos se puedan procesar, saldar y sintetizar las eventuales diferencias que pudieran surgir. La mejor manera de construir política es a través de la confrontación de ideas y argumentos. Sería bueno que en el interior de Cambiemos, que es un frente que vino a cambiar la forma de hacer política, se produjera un debate respecto a «las políticas que hay que dar». Es absolutamente necesario que exista este espacio de conversación, nada más simple e importante que eso.
Nuestra vocación no es romper, sino acompañar en la construcción de un proyecto que transforme la realidad de los neuquinos y acompañe el cambio que comenzamos a transitar el 10 de diciembre pasado.
La ciudadanía reclama algo distinto. La dirigencia tiene la responsabilidad de generar los espacios aptos para que podamos fortalecer las instituciones de la República. Los dirigentes debemos entender que el cambio debe comenzar por nosotros mismos.
