A veces pasan cosas que hacen que los hombres reaccionemos por sentirnos agredidos en forma directa o porqué sentimos que se lesionan principios fundamentales sobre los que asentamos todo nuestro sistema de vida y de valores. Declaraciones realizadas por el Ministro de Cultura de la Nación (Aquí podrás escuchar las declaraciones de Avelluto a las que hago referencia) produjeron esa sensación de repulsión frente a esos dichos, por el desparpajo con el que lo hizo, por la jactancia de mostrarse como un hombre sin historia, sin pasado.
«Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla.” Dijo hace un tiempo Marco Tulio Cicerón, y es algo que vale la pena tener en cuenta.
Más acá en el tiempo y en espacio, el presidente chileno Salvador Allende expresaba en su discurso póstumo: “Los hombres y pueblos sin memoria, de nada sirven; ya que ellos no saben rendir culto a los hechos del pasado que tienen trascendencia y significación; por esto son incapaces de combatir y crear nada grande para el futuro.”
El conocimiento de lo sucedido, de lo acontecido, de la HISTORIA, es vital para cualquier pueblo. Su desconocimiento provoca la debacle y la repetición de desastres. El sistema actual en el que vivimos conoce este “dogma” a la perfección, por eso fomenta la desinformación, ya sea a través del cuarto poder omnipresente que manejan o dando una versión propia de la historia.
Un pueblo que conoce su historia, reconoce sus errores y evitará volver a cometerlos. Tenemos el ejemplo de holocausto nazi y la actitud posterior del pueblo alemán o la labor encomiable que se lleva a cabo en algunos países latinoamericanos en pos de esclarecer las barbaries ocurridas. Sin embargo, hay otro gran número de países que no han tenido el valor de cerrar y aclarar lo realmente sucedido, con el riesgo de que esas heridas latentes resurjan cuando menos se espera, por más que se intenten tapar con declaraciones grandilocuentes o con leyes vacías de contenido real.
Si el pasado es claro y se comprende, las experiencias vividas por otros han de servirnos de base, cuanto menos para no tropezar sobre las mismas piedras. Si bien, los tiempos cambian y aparecen nuevos factores, el núcleo de las luchas a lo largo de la historia se repite, al igual que la forma de actuar de los que tienen el poder.
Con esto, no se está pidiendo que se ensalce el pasado y sus símbolos, pero tampoco que se repudie. Ser conscientes de lo ocurrido y de donde se viene, puede ayudar a vislumbrar hacia donde se va.
En sus declaraciones el ministro afirma que el presidente Alfonsín se jactaba de no haber viajado por el mundo. A esto quiero recordar que:
El 18 de diciembre de 1975, tres meses antes del golpe militar que dio inicio al Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), Alfonsín fue una de las personalidades que fundaron la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Esta asociación fue la primera creada en Argentina para hacer frente a las violaciones sistemáticas de los derechos humanos que en aquella época comenzaron con la actividad de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA o «Triple A»). Su primera reunión se llevó a cabo durante el mes de diciembre de 1975 en la Casa de Ejercicios Espirituales que dependía de la Iglesia de la Santa Cruz y fue convocada por Rosa Pantaleón y además del propio Alfonsín asistieron el obispo de Neuquén don Jaime de Nevares, el rabino Marshall Meyer, el obispo Carlos Gatinoni, la doctora Alicia Moreau de Justo, Oscar Alende, Susana Pérez Gallart, Adolfo Pérez Esquivel y Alfredo Bravo. 11
La APDH desempeñó un importante papel de defensa de los derechos humanos, apoyó el trabajo de la CONADEP y luchó contra la impunidad de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el Proceso de Reorganización Nacional. Parte de la responsabilidad del juzgamiento de dichos crímenes fue del propio Alfonsín, cuando fue presidente, durante la realización del Juicio a las Juntas.
Durante la dictadura militar, Alfonsín puso gratuitamente su servicio de abogado para defender opositores y presentar hábeas corpus por los detenidos-desaparecidos, actividad que por sí misma solía significar la muerte.
Realizó varios viajes a América Latina, los Estados Unidos, Asia, la Unión Soviética y Europa, donde frecuentó a los dirigentes de la Internacional Socialista (IS), denunciando la masiva violación de derechos humanos que se estaba produciendo en Argentina.
En 1976 fundó y dirigió la revista Propuesta y Control, una de las escasas revistas políticas opositoras en aquellos primeros años del gobierno militar.